La père-version y el declive del patriarcado
Lacan se refiere al declive del patriarcado – paternalismo es la palabra que usa –en « Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad femenina » de 1958. En el último apartado se pregunta si el mantenimiento del matrimonio en el declive del paternalismo se debe al lugar trascendente de la mujer en el lazo social[1]. En ese momento de su enseñanza, Lacan ha formalizado el Edipo freudiano con el Nombre del Padre como instauración de la ley : a saber, como el significante que opera sobre el goce y lo regula. En el seminario que sigue, el seminario 6, Lacan inicia una transformación de la noción de Nombre del Padre que irá desde el padre como garantía simbólica hasta el padre como función[2]. La pregunta planteada en « Ideas directivas » encuentra de algún modo su respuesta en el desarrollo lógico de la noción de padre. Cuando Lacan se interroga sobre por qué el matrimonio se mantiene a pesar del declive del paternalismo, encuentra como respuesta el lugar transcendente que ocupan las mujeres. Es decir, en las mujeres se encarna el deseo del Otro, aun en el declive del paternalismo. Este punto devendrá central y será esclarecido con la noción del padre perversamente orientado y su lugar en la familia. Se trata, en efecto, de un recorrido que va desde el padre freudiano cuyo asesinato instituye la alianza entre los hombres y el interdicto sobre las mujeres del clan, al padre lacaniano cuya función civilizadora se asienta sobre un deseo père-versamente orientado. La père-version sucede cuando un hombre hace « de una mujer objeto a que causa su deseo »[3]. Se trata, en efecto, del padre « lo que singulariza su deseo en una mujer entre todas las demás. No es normativizador más que si su deseo es singular. »[4] Es decir, es por su síntoma por lo que podrá ejercer su función civilizadora.
De este modo, en Lacan, el padre encuentra su lugar en el declive del patriarcado. Si una mujer puede encarnar el deseo del Otro para un hombre, entonces el padre puede deducirse como función en el régimen de la inexistencia de la relación sexual. La función paterna no se fundamenta sobre el interdicto, sino sobre lo que permite el acceso al goce. El padre perversamente orientado desempeña su función civilizadora en el régimen del uno por uno : « Ahora se trata de convertir a una mujer en la causa de la perversión del padre. A través de esta alianza particular, el sujeto puede tener acceso a lo real del goce en juego »[5]. Viene a colación en este contexto la función paterna que se ejerce como épater la familia[6]. No se trata del pater familias que impone la autoridad y la ley, sino el que puede llevar a cabo su función a través de la sorpresa del síntoma. Aquí tiene su lugar el padre más allá del patriarcado. Más allá, también, de la genealogía tal y como se conocía en las sociedades patriarcales.
En efecto, con el psicoanálisis se pueden leer las soluciones singulares de cada sujeto en una civilización en que la familia está inscrita en el régimen del uno por uno y cada novela familiar tiene su árbol genealógico, a diseñar cada vez.
Salir de la era del padre
Sin embargo, puede ser que estemos incluso más allá en lo que al padre se refiere. Es lo que Jacques-Alain Miller ha denominado el hartazgo del padre : « Estamos en la fase de salida de la era del padre »[7]. Puede ser que la civilización actual sea el inicio del fin de la era del padre. Lo vemos en el fracaso de cualquier discurso que quiera establecer un orden, mucho más una jerarquía. El médico no está por encima del paciente, ni el maestro por encima del alumno. Tampoco los padres por encima de los hijos. Dentro de estos efectos de la democratización generalizada – así como de la segregación generalizada – se encuentra lo que se ha llamado la « despatologización », que coexiste sin contradicción con la petición de un diagnóstico particular que no debe ser discriminatorio sino garantía de un derecho.
En cuanto a la repartición sexual, la virilidad y la feminidad deben resolverse de maneras distintas a las de antaño si falta « el tipo ideal del sexo ». Así, al lado de la feminización del hombre son frecuentes pasajes al acto como las violaciones en grupo. Fuera del padre, la relación de las mujeres y el pudor cambia ostensiblemente. Ya no son ellas las que mantienen una relación estrecha con el pudor como barrera ante lo real. Más bien todo lo contrario, como demuestran las formas y los medios de exhibicionismo actuales, decididamente favorecidos por las tecnologías. Luego existen las soluciones singulares que se agrupan bajo el término de género fluido, al que un sujeto puede recurrir para nombrar su solución sintomática ante el significante que falta en la sexualidad.
Por todo esto, estamos convocados a elucidar cómo el psicoanálisis se prepara hoy para la salida de la era del padre. Lacan nos dejó una brújula de orientación: el síntoma como un intento de solución para reanudar el vínculo del sujeto con el goce del cuerpo. La variedad de estos intentos se pueden dar fuera del padre, pero no sin el padre. Aunque Lacan también nos advirtió que esta lógica va « del padre a lo peor ». En efecto, la cuestión clínica en la crítica del patriarcado supone dilucidar lo que vendrá a ocupar el lugar del padre – incluso más : lo que ya está ocupando su lugar. Asimismo, estamos emplazados a saber un poco más de ese « peor » del que estamos advertidos. ¿Cuál es el operador de la función civilizadora en la salida de la era del padre? ¿Por qué mecanismo se humaniza el deseo materno a la salida de la era del padre? En definitiva, ¿por qué medios el sujeto obtiene el anudamiento necesario que permite el acceso al goce, lo que, con Lacan, hemos aprendido a llamar el deseo?
Fotografía: @Fred Treffel
[1] « Por qué, finalmente, la instancia social de la mujer sigue siendo trascendente al orden del contrato que propaga el trabajo ? Y, principalmente, ¿es por su efecto por el que se mantiene el estatuto del matrimonio en la declinación del paternalismo ? », Lacan J., « Ideas directivas para un congreso sobre la sexualidad femenina », Escritos, Tomo II, Buenos Aires, Siglo veintiuno editores, 2005, p. 715.
[2] Para una excelente reflexión sobre el padre en Lacan véase el artículo de Laurent É., « Un nuevo amor por el padre », Freudiana, n°53, 2008, p. 95-111.
[3] Lacan J., El Seminario, libro 22, « RSI », clase del 21 de enero 1975, Ornicar ?, n°3, mayo 1975, p. 107.
[4] Miller J.-A., « El Uno solo », curso pronunciado en el cuadro del departamento de psicoanálisis de la universidad Paris 8, clase del 4 de mayo 2011, clase traducida y publicada como « Más allá del pase », Freudiana, nº69, 2014.
[5] Laurent É., « Un nuevo amor por el padre », op. cit
[6] Lacan J., El Seminario, libro 19, …O peor, texto establecido por J.-A. Miller, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 204.
[7] Miller J.-A., Texto redactado para la contratapa de Lacan J., El Seminario, libro 6, El deseo y su interpretación, texto establecido por J.-A. Miller, Buenos Aires, Paidós, 2014. Véase también : « Sortir de l’âge du père », Lacan Web Télévision, disponible en internet.