El lugar irreductible del padre – Éric Laurent

Segunda parte

Quisiera mostrar tres modos en que Lacan ha destacado el lugar irreductible del padre[1].

El padre que impacta [épate]

El primero es una formulación que es particularmente divertida en francés. Es hablar del padre como aquel que va a é-pater[2] a su familia. Épater, en francés, en un estilo familiar, quiere decir producir un impacto admirativo, producir efecto. Pero valiéndose de la traducción inversa de pater en latín, es dar un paso a un lado respecto al ideal del « pater familias »[3]. Y Lacan comenta su elección de esta función de épater diciendo : « Esa es la única función verdaderamente decisiva del padre. Ya señalé que no era el Edipo, que estaba liquidado, que si el padre era un legislador, el niño resultante era el presidente Schreber, nada más. En cualquier plano, el padre es el que debe impactar, a la familia. Si el padre ya no impacta a la familia, naturalmente se encontrará algo mejor. »[4] Es preciso entonces distinguir, en el padre, por una parte lo que atañe al nombre, y que está del lado de lo simbólico, y por otra parte lo que atañe a la relación del padre a lo real. Esta oposición coincide así con la distinción que había introducido Lacan entre la familia como real y el Nombre del Padre como simbólico.[5]

Lacan había hecho esta distinción en su « Nota sobre el niño » extrayendo la lección del fracaso de las utopías comunitarias de los años sesenta del siglo pasado. Hablaba de « [l]a función de residuo que sostiene (y al mismo tiempo mantiene) la familia conyugal en la evolución de las sociedades »[6]. Y situaba el lugar del padre « en tanto su nombre es el vector de una encarnación de la Ley en el deseo »[7]. No es simplemente agente de una ley, sino que ya tenemos aquí el lazo del padre con un deseo. Es lo que viene a destacar la función de épater a la familia. Es una posición del padre después del fin de la ley del patriarcado. Se trata, por lo tanto, para nosotros, de buscar caso por caso, con los padres de hoy, y los problemas clínicos a los cuales se confrontan las familias de hoy, lo que hace suficientemente las veces de excepción – de excepción del lado hombre, pero también del lado mujer, para definir lo que impacta a la familia.

El mediodecir del goce del padre

El segundo lugar en el que el padre es también irreductible es en tanto que concierne a lo real del goce, pero que no dice todo sobre el goce. En su conferencia de 1975 en la universidad de Columbia, Lacan acentúa lo real del padre como el que no está aquí para dictar la ley o para dar sentido, sino para marcar el lugar del goce como viable. Dice : « El modo de existencia del padre – la palabra importante es existencia – depende de lo real. Es el único caso donde lo real es más fuerte que lo verdadero. »[8] El padre debe mantenerse semidistante entre este punto de real y lo que puede decir de ello. Es lo que Lacan llama su posición de « mediodecir » ( mi-dire )[9], o del padre como « mi-dieu » ( semi-dios )[10]. Lo cito en el Seminario XXII : « Aquello de lo que se ocupa [una mujer] es de los objetos a que son sus hijos, junto a quienes el padre no obstante interviene excepcionalmente, en el buen caso, para mantener en la represión, en el justo mi-dieu, la versión que le es propia de su père-versión. »[11]

En esta nueva posición, el padre no debe imponer su goce. Por eso Lacan dice que debe mantenerlo en la represión. Si no lo hace, se convierte en el padre tirano, que impone un goce tan insoportable como arbitrario. Pero, si no quiere saber nada de su goce, se reduce entonces al ideal del padre de familia. El padre de familia es un ideal que varía de acuerdo a las épocas. Hoy, adquiere de buen grado el lugar del padre cool, del padre compañero de juego. La perspectiva de Lacan es que el padre es quien ayuda a los miembros de su familia a decir no al goce bajo su forma mortífera. Es quien puede mantener el deseo como algo que se descifra entre líneas – contrariamente al goce obsceno. J.-A. Miller condensa esta perspectiva del siguiente modo : « (e)l padre es aquél que no dice todo. Preserva la posibilidad del deseo y no pretende recubrir lo real »[12].

La père-ficción y la ciencia

Quisiera distinguir un tercer lugar irreductible del padre. Este lugar es el de la ficción del sujeto supuesto saber como tal. A medida que se impone la civilización de la ciencia con su determinismo radical – con su « para todos » que se instala –, Lacan dice que el psicoanálisis es como un pulmón que permite respirar. Lo cito : « El discurso de la ciencia tiene consecuencias irrespirables para lo que se llama la humanidad. El análisis es el pulmón artificial gracias al cual intentamos asegurar lo que es preciso encontrar de goce en el hablar para que la historia continúe »[13]. El análisis permite sostener la contingencia de los encuentros con el goce y darles todo su valor pese al determinismo.

La ciencia siempre ha necesitado un pulmón que la acompañe. En la antigüedad, fue el escepticismo; al final de la Edad Media, fue « De la docta ignorancia »; en el Renacimiento, fue la risa de Rabelais y también el libre albedrío de Erasmo o el « ¿ Qué sé yo ? » de Montaigne. El psicoanálisis no es ni un escepticismo ni una religión. Pero la respiración del psicoanálisis respecto a la ciencia consiste en su uso de la función del sujeto supuesto saber. El psicoanálisis lo utiliza para prescindir de él. Al final de un psicoanálisis, la causa subsiste y el sujeto supuesto saber es destituido. Esta es la respiración respecto de la ciencia : el sujeto encuentra el camino de su particularidad, en la experiencia singular de un psicoanálisis, pero no es la particularidad exaltada del aristócrata. Es la particularidad de un horror encontrado. Es eso que Lacan ha llamado « ser posjoyciano »[14].

Traducción : Lore Buchner
Revisión : Micaela Frattura

Fotografía : © Catho Hensmans

[1] Segunda parte de la conferencia dada por Éric Laurent en el marco de « Las Conferencias por el psicoanálisis », Iniciativa Rusia-Moscú, 16 de diciembre de 2022, en presencial y por visioconferencia.
[2] Cf. Lacan J., El Seminario, libro XIX, …O peor, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 204.
[3] Ibid.
[4] Ibid.
[5] Ibid.
[6] Lacan J., « Nota sobre el niño », Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 393.
[7] Ibid.
[8] Lacan J., « Columbia University, Auditorium School of International Affairs, 1 de diciembre de 1975 », Revista Lacaniana, n° 21, Grama Ediciones, Buenos Aires, 2016, p. 19.
[9] Lacan J., « El Atolondradicho », Otros escritos, op. cit., p. 518.
[10] Lacan J., El Seminario, libro XXII, « R.S.I. », clase del 21 de enero de 1975, inédito. La traducción es nuestra.
[11] Ibid., la traducción es nuestra.
[12] Miller J.-A., « La orientación lacaniana. El Uno solo », enseñanza pronunciada en el marco del departamento de psicoanálisis de la Universidad Paris 8, clase del 6 de abril de 2011, inédito. La traducción es nuestra.
[13] Lacan J., « Déclaration à France Culture », Le Coq-héron, n°46/47, 1974, p. 7. La traducción es nuestra.
[14] Lacan J., « Joyce el Síntoma », Otros escritos, op. cit., p. 596.