En su autobiografía, Johnny Cash (1932-2003), famoso cantante de country y rock and roll, hace el recuento del enigma que fue su padre[1] y cuestiona la influencia que éste tuvo en su vida.
Dejar caer del padre
J. Cash cuenta que en su infancia estuvo expuesto al goce de su padre. Le aterrorizaba cuando bebía, volvía borracho a casa y discutía con su esposa. Su padre nunca tuvo la más mínima palabra de amor, ni el menor gesto de afecto hacia sus hijos[2]. Peor aún, denigraba la pasión de su hijo por la música, a pesar de que esta era « lo mejor de [su] vida »[3]. Johnny cuenta que a los cinco años su padre mató, de manera imprevisible, al perro que había recogido desde hacía un año, alegando que comía los restos que podrían haber servido para engordar a los pocos cerdos de su pequeña explotación agrícola. « Aquella mañana, mi mundo pareció desmoronarse ; nada estaba a salvo, yo no vivía seguro. Fue algo espantoso y tardé mucho tiempo en superarlo. El golpe fue profundo y la herida se quedó conmigo. »[4] Es un dejar caer que alcanzó al pequeño Johnny en su cuerpo.
« El hombre que pronunció el sermón »[5]
A la edad de doce años, Johnny perdió a su hermano mayor, Jack, en un accidente. Él quedó devastado y preso de un sentimiento de vacío y de gran soledad[6]. Su padre, a raíz de esta muerte, dejó de beber y se convirtió en diácono en el templo : un día se le pidió reemplazar, de manera excepcional, al pastor. Este tomó la palabra. J. Cash dijo al respecto : « El tema de su sermón era un pasaje del Segundo Libro de las Crónicas […] Causó una fuerte impresión. No había gritado ; estaba tranquilo, contenido, reservado. Quedé impactado, como creo que quedaron todos los fieles. Fue algo maravilloso, para mí, verlo predicar »[7]. Este encuentro con un padre deslumbrante[8], en relación con las Sagradas Escrituras, que contrasta con la figura del padre desenfrenado e indecente, constituye un acontecimiento que sobredetermina el futuro encuentro de J. Cash con Dios.
El amor de Dios
Mientras que su música iba teniendo más éxito, J. Cash se hundió en el consumo de anfetaminas y alcohol. En incontenibles ataques de ira bajo la influencia de las drogas, destruyó muchas habitaciones de hotel durante sus giras – destrozos erigidos como modelo por las futuras generaciones de rockeros[9].
En 1967, incapaz de cantar ni de asegurar sus conciertos a causa de su dependencia, « reducido a cero »[10] y con el aspecto de « un fantasma con patas »[11], decidió perderse en el fondo de una cueva para dejarse morir. En la oscuridad, escribe, « sentí que algo muy poderoso me estaba sucediendo, una sensación de paz absoluta, de claridad, de sobriedad. […] No entendía nada. ¿ Cómo […] podía sentirme totalmente bien ? [Mis] pensamientos se dirigieron a Dios »<[12]. Este acontecimiento de cuerpo, interpretado como una intervención divina, le permitió terminar con los tóxicos, conectarse con su deseo y encontrar una nueva orientación en la vida.
Es a la luz de su experiencia mística y de su fe que J. Cash cuestiona el lazo con su padre en su autobiografía. ¿ La huella dejada por el goce del padre en su cuerpo lo condenaba a ser tan « malvado »[13] como él ? Gracias al amor de Dios, J. Cash se apartó de toda causalidad lineal para hacerse responsable de su parte mala – kakón[14] – así como de sus actos : « Cuando se trata de delirios masculinos, creo que no hay mucha diferencia (aunque haya una pequeña) entre matar perros y destruir habitaciones de hotel. Es su legado, pero es mi responsabilidad »[15].
Referencias del autor :
[1] Cash J., Carr P. (avec), Cash. L’autobiographie, Bègles, Le Castor astral, 2021, p. 333. [La traducción es nuestra]
[2] Ibid., p. 330.
[3] Ibid., p. 78.
[4] Ibid., p. 332.
[5] Ibid., p. 333.
[6] Ibid., p. 45-46.
[7] Ibid., p. 332.
[8] Cf. Lacan J., El Seminario, libro 19, …ou peor, texto establecido por J.-A. Miller, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 204.
[9] Cash J., Carr P. (avec), op. cit., p. 220.
[10] Ibid., p. 240.
[11] Ibid.
[12] Ibid., p. 242.
[13] Ibid., p. 334.
[14] Lacan J., « La agresividad en Psicoanálisis », Escritos, Buenos Aires, Siglo XXI, 2003, p. 108.
[15] Cash J., Carr P. (avec), op. cit., p. 333.
Traducción : Fernando Gabriel Centeno
Relectura : Marlith Pachao
Fotografía : © Céline Danloy