Noé, el padre desnudo y ebrio – Cinzia Crosali

© Michel-Ange Buonarroti, Chapelle Sixtine, Rome

Entre los padres que la Biblia celebra, hay uno, Noé, cuya historia es bastante sorprendente. Puso a trabajar a varios comentaristas y exégetas bíblicos. Elegido por Dios como salvador de la especie humana y animal durante el Diluvio, este patriarca es también el protagonista de un mito menos conocido que sigue al final del Diluvio. El libro del Génesis[1] cuenta que Noé, tras abandonar el arca con las personas que había salvado, entre ellas sus tres hijos, Sem, Cam y Jafet, se instaló en la tierra firme que cultivó. Habiendo cosechado el fruto de su viña, un día bebió abundantemente de su vino, se embriagó y se durmió desnudo en su tienda. Su hijo Cam, pasó por allí y vio la desnudez de su padre. Inmediatamente fue a buscar a sus hermanos para burlarse con ellos de la decadencia paterna. Así surge el objeto de la obscenidad, el objeto prohibido que no debe ser visto : los atributos sexuales del padre. El padre es visto borracho, desnudo, humillado, desvirilizado. ¿ Por qué este acontecimiento toma tanta importancia ? Varios comentaristas nos precisan que « ver la desnudez » indica, en la Torah, el acto del incesto, o un acto de violación : « La desnudez de tu padre, o la desnudez de tu madre, no descubrirás [… ] La desnudez de la mujer de tu padre no descubrirás ; es la desnudez de tu padre »[2]. Así interpreta el Talmud el episodio de la embriaguez de Noé : Cam, con su mirada, violó la prohibición de ultrajar la autoridad paterna ; Sem y Jafet, por el contrario, se dirigen hacia su padre con respeto, marchando hacia atrás para no ver su desnudez, le lanzan un manto por encima, al tiempo que apartaban su rostro y su mirada.

Cuando Noé despierta de su embriaguez, furioso al enterarse del comportamiento irrespetuoso de Cam, maldice a toda la descendencia de este hijo condenándola a la esclavitud y a trabajar para los otros hermanos[3].

Observamos que malé-diction de Noé sobre el hijo responde al mal decir de Cam sobre el padre. Así, el personaje de Noé encarna en el mito bíblico las dos caras del Padre. Una es la del padre del arca, el padre bendecido por Dios, el padre de la ley, salvador y normativo, el padre que trabaja la tierra y planta la viña, que garantiza el orden en la familia. La otra es la del padre del exceso, que ignora los límites, el padre obsceno, borracho y desnudo, que exhibe su goce.

Miguel Ángel representa, en un detalle de su fresco de la capilla Sixtina, estas dos caras opuestas del padre : a la derecha de la escena, el padre borracho y desnudo expone los signos del exceso de su goce y su humillación ; a la izquierda, Noé aparece en su dignidad, vestido y dedicado al trabajo de la tierra para alimentar a su familia.

El episodio de la embriaguez de Noé, que se sitúa en un tiempo pasado y caracterizado por la dominación generalizada del patriarcado, ¿ nos sigue transmitiendo algún mensaje ? ¿ Cómo leerlo con la mirada de la época de la caída del reino del padre, la época de su « evaporación »[4] ?

Una cita de Jacques-Alain Miller viene a aclarar este contexto : el padre « es un semblante que Lacan habría progresivamente desnudado »[5]. Ciertamente, un semblante desnudo no es un padre desnudo ; sin embargo, en esta referencia entendemos el hilo de la elaboración lacaniana que va hacia el más allá del Padre y el más allá del Edipo[6]. Lejos de querer restaurar al padre caído, Lacan nos muestra su carácter de semblante. Y el semblante, nos dice J.-A. Miller : « es el antónimo, lo opuesto a lo real »[7].

Cam ultrajó al padre : su mirada y su risa rasgaron el velo, exhibieron la castración del padre y su vergüenza. Por el contrario, las miradas de sus dos hermanos repararon y restauraron el velo, apartándose del objeto prohibido.

El pecado del padre se muestra aquí con un doble poder : o bien recae con efectos devastadores sobre el hijo y produce su perdición y su maldición, o bien, por el contrario, cubierto con el « manto » con el que Sem y Jafet lo han velado, oculta la vergüenza paterna. Con lo que queda de ella, no todo eliminable, los dos hermanos se las arreglarán y soportarán que este goce no sea todo reabsorbido, esponjado en el deseo, no todo metaforizable en deseo.

Podemos decir entonces que sí, el pecado del padre recae sobre los hijos, pero no a pesar de los hijos cuya posición no está fijada por el destino. Quizás el mensaje moderno de este mito reside precisamente en la reducción del poder absoluto del Padre, y en el reconocimiento de la responsabilidad de cada hijo, llamado en su propia experiencia subjetiva a prescindir de este padre, para finalmente servirse de él.

Referencias del autor.
[1] Génesis, IX:18-27.
[2] Levítico, XVIII:7-8.
[3] Cf. Génesis, IX:25-26. La referencia a esta maldición se ha utilizado en algunas tradiciones de pensamiento para justificar la existencia de la esclavitud de los esclavos negros.
[4] Lacan J., « Intervención sobre la exposición de la Sra. de Certeau, “Lo que Freud hace de la historia. Nota a propósito de Una neurosis demoníaca en el siglo XVII” », en el Congreso de Strasbourg, el 12 de octubre del 1968, publicada en Lettres de l´École freudienne, 1969, n°7, p. 84.
[5] Miller J.-A., « Une diatribe » (Una invectiva), La Cause freudienne, n°37, noviembre de 1997, p. 137, citado por Cottet S., « Feu sur l’ordre symbolique » (Fuego sobre el orden simbólico), La Cause freudienne, n°60, junio de 2005, p. 129. Cf. también Miller J.-A., « De la naturaleza de los semblantes », Los cursos psicoanalíticos de Jacques-Alain Miller, Buenos Aires, Paidós, 2002, p. 72. « En la psicosis se encuentra desnudado lo real del padre, esto es, lo real velado por el o los semblantes del padre. Se trata de lo real que nos evitan los semblantes. Si se acepta en este caso este uso del término semblante, se verá que no resulta menos eficaz por serlo. Y es que el semblante no es vana la ilusión, sino que, si me permiten, opera. »
[6] Cf. Miller J.-A., « Breve introducción al más allá del Edipo », Del Edipo a la Sexuación, Buenos Aires, Paidós, 2001, p. 17-23.
[7] Miller J.-A., « De la naturaleza de los semblantes », op. cit., p. 12.

Traducción : Fernando Centeno
Relectura : Wendy Vives Leiva

Fotografía : © Miguel Ángel Buonarroti, Capilla Sixtina, Roma.