El goce sin el S1 – Dossia Avdelidi

© Pascale Simonet

En 1970, Lacan dice que siempre deseó que alguien hiciera un agujero en la metáfora paterna. Él mismo lo había intentado unos años antes pluralizando el Nombre-del-Padre, pero le « hicieron cerrar el pico »[1], según sus dichos. A pesar de ello, el Edipo se convierte para Lacan en un mito residual, un mito que no se sostendrá, un sueño de Freud, algo cojo. Desde « Los complejos familiares en la formación del individuo »[2] hasta el final de su enseñanza, se constata esta dimensión del Edipo.

En el seminario « R.S.I. », Lacan había intentado prescindir del Nombre-del-Padre. Sostiene que, para prescindir del complejo de Edipo, lo real debe superar lo simbólico en dos puntos, y precisa : « no se trata por supuesto de un cambio de orden, de un cambio de plano entre lo Real y lo Simbólico, es simplemente que ellos se anuden de otro modo. Anudarse, de otro modo, eso es lo que constituye lo esencial del complejo de Edipo y es muy precisamente en eso que opera el análisis mismo »[3].

Sin embargo, no solo no precisa en qué consiste ese anudamiento diferente, sino que, al final del seminario, desanuda lo simbólico y lo real para anudarlos con el Nombre-del-Padre.

En ese seminario, vemos varias elaboraciones relativas a la cuestión del padre. El universal paterno se pone en tela de juicio. Lacan afirma que « [l]a normalidad no es la virtud paterna por excelencia »[4]. Evocará entonces la père-versión paterna. Para él, esta père-versión es la única garantía de la función del padre, que no es otra que la función del síntoma.

Père-versión y síntoma son dos características principales que atribuye a la función del padre. Lacan entiende la función del síntoma como una formulación matemática : F(x). En lugar de la x, se pueden colocar diversos elementos. Precisa que la x « es lo que del inconsciente puede traducirse por una letra »[5].

El síntoma es algo en lo que creemos. Se recurre al análisis precisamente porque se cree que el síntoma quiere decir algo, que hay que descifrarlo. Del mismo modo, el padre es una cuestión de fe. Implica la creencia. En el Seminario De un Otro al otro, Lacan sostiene que : « La esencia y la función del padre como Nombre, como eje del discurso, se apoyan precisamente en que después de todo nunca se puede saber quién es el padre. Busquen siempre, es una cuestión de fe. »[6]

En El Sinthome, nos invita a utilizarlo sin creer en él[7]. El Nombre-del-Padre adquiere un estatus funcional de anudamiento. El desafío consiste ahora en hacer uso del Nombre-del-Padre, a nivel pragmático, sin creer en él en teoría.

Prescindir de él a condición de utilizarlo conlleva una desvalorización del Nombre-del-Padre. Según Jacques-Alain Miller, esta desvalorización es una desvalorización del Nombre-del-Padre a « un mero instrumento pragmático »[8], lo que constituye la clave de la clínica. Podemos prescindir de creer en el Nombre-del-Padre, pero podemos seguir utilizándolo para resolver el goce opaco del síntoma. Para resolverlo, dice J.-A. Miller, es necesario « dejarse engañar por el padre »[9].

El Nombre del Padre es un S1 que hace legible al goce. Pero el paso que J.-A. Miller nos invita a dar es pensar el goce sin el S1. Es un goce ilegible, un goce innombrable. Esta es, de hecho, la esencia del goce.

Referencias del autor :
[1] Lacan J., El Seminario, libro 17, El reverso del Psicoanálisis, texto establecido por J.-A. Miller, Buenos Aires, Paidós, 1992, p. 114.
[2] Lacan J., « Los complejos familiares en la formación del individuo », Otros Escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 33-96.
[3] Lacan J., « El Seminario, libro 22, “RSI” », clase del 14 de enero de 1975, inédito. [La traducción es nuestra]
[4] Ibíd., clase del 21 de enero de 1975. [La traducción es nuestra]
[5] Ibíd. [La traducción es nuestra]
[6] Lacan J., El seminario, libro 16, De un Otro al otro, texto establecido por J.-A. Miller, Buenos Aires, Paidós, 2008, p. 141.
[7] Cf. Lacan J., El seminario, libro 23, El sinthome, texto establecido por J.-A. Miller, Buenos Aires, Paidós, 2006, p. 133.
[8] Miller J.-A., Todo el mundo es loco, Buenos Aires, Paidós, 2015, p. 293.
[9] Ibíd.

Traducción : Pilar Altinier
Relectura : Fernando Gabriel Centeno

Fotografía : © Pascale Simonet