El inquietante Padre Nuestro – Pierre-Marie Pochou

©Elena Madera

En nuestra sociedad greco-judeocristiana, pocos textos han sido tan leídos, recitados, rezados, comentados como el Padre Nuestro.

Procedente de una sociedad patriarcal, no ha podido más que acarrear un imaginario alimentando fantasmas, sobre todo bajo la atenta mirada de clérigos que durante siglos preservaban su dignidad patriarcal.

La figura paterna del Dios invocado ha alimentado así en muchos creyentes la imagen de un ser, aunque trascendente – «Padre nuestro que estás en los cielos» –, con la voluntad arbitraria, imagen a la que se han sometido y se someten de múltiples maneras.

Las iglesias europeas se están vaciando. ¿ No deberían tranquilizar a los « fieles » presentándoles un Dios benevolente ? ¿ Será por eso que en 2013 los obispos católicos de los países francófonos establecieron una nueva traducción litúrgica del Padre Nuestro ? El texto francés apenas ha cambiado, salvo la petición « et ne nous soumets pas à la tentation » (y no nos sometas a la tentación) que se ha convertido en « et ne nous laisse pas entrer en tentation » (y no nos dejes caer en la tentación)[1].

Probablemente, la relación considerada como pacífica con el Padre estaba turbada y era inquietante por su rasgo tentador. Hacía falta una imagen tranquilizadora de un Padre, fuera de cualquier peligro que pudiera haber fomentado y preconizado. Sin embargo, ¿ es tan tranquilizadora la nueva imagen ? Si los promotores de la modificación textual querían que el Dios invocado ya no fuera sospechoso de ser un Padre que abusara de la buena fe de sus hijos o jugara con sus vidas, no han hecho más que reforzar esta imagen. En efecto, el significante « no nos dejes » conserva una verdad en su reverso : « tú nos dejas » o incluso « tú nos puedes dejar ».

La nueva traducción no ha resuelto nada. Ha borrado la figura de un Padre aplastante, esclavista, capaz de someter a sus hijos a un yugo mortífero, para introducir la de un guardián del orden que, según su humor, orienta en una dirección o en otra. En definitiva, un Padre abusador que, de padre gozador, sádico, se ha convertido en un padre con normas arbitrarias.

Ambas versiones solo pueden mantener una infantilización de los creyentes orientados hacia un significante-amo, el Padre celestial, versión de un « dios eterno tomado al pie de la letra, no en su goce siempre velado e insondable, sino en su deseo interesado en el orden del mundo, es el principio en el que el perverso se instala petrificando su angustia »[2]. Lacan habla también « de una huida ante el deseo del padre, que el sujeto remplaza por su demanda »[3].

No es fácil para un hijo o una hija saber cómo tratar con el « padre » en su función de poner a prueba, humanizante. La Iglesia vino a endulzar este cuestionamiento – práctica muy patriarcal –, que congela y empeora las imágenes que los « fieles » se hacen de su Dios.

« Si Dios nos ha hecho a su imagen, se la hemos devuelto bien. »[4]

[1] Cf. Bailly A., Dictionnaire grec-français (Dictionario griego-francés), París, Hachette, 1980. El significante griego traducido por « tentation » (tentación) ha sido referido a une atracción hacia el mal mientras que podría ser traducido por « épreuve » (prueba) o « expérience » (experiencia). El traductor ha entonces influido en la perspectiva existencial en un sentido moral. Por otra parte, el significante griego traducido por « soumettre » (someter) podría ser por « amener » (llevar), « introduire » (introducir). Cualquiera sea su traducción, este significante renvía a un amo tirano.
[2] Lacan J., « Introducción a los Nombres del Padre », Mi enseñanza y otras lecciones, Buenos Aires, Paidós, 2022, p. 117.
[3] Ibid.
[4] Voltaire, Le Sottisier, París, Garnier, 1920, p. 165.

Traducción : Fernando Gabriel Centeno
Relectura : Patricio Moreno Parra

Fotografía : ©Elena Madera