Declinaciones – Guy Briole

© Emmanuel Kervyn – https://www.emmanuelkervyn.com/

El padre declina

El padre declina. Subrayemos el efecto paradójico: más declina el padre y más el padre se declina de mil maneras. [Vincent Dachy] Más declina y más se convoca el patriarcado y más se lo hace existir, para ponerlo en tela de juicio. No se trata de juzgar este estado de hecho, sino de constatar que un padre fuerte, si es restaurado – con el matiz del padre reparado de las histéricas freudianas –, es para acusarlo y tratar de destruirlo creando otro, por desplazamiento. De este modo, se prosigue una repetición metonímica de los patriarcados puestos en cuestión para que sigan existiendo. Repetimos por todas partes que ya estamos hartos del padre pero, al mismo tiempo, hay que mantenerlo erguido, hacerlo caer, enderezarlo y apuntalarlo de nuevo para no quedarnos sin nada ante el estrago materno. «Servirse sin creer en él»[1] [Dossia Avdelidi] ¡Qué hystoria! Así que, para reforzar la justificación, se focaliza la atención en esos padres de los que podría decirse que «el perverso siempre gana». [Laura Costa] Digamos que gana por obtener un goce a expensas de aquel, o aquella, de quien se sirve. Desde el movimiento #Me Too, ya no disfruta de impunidad. Pero eso no lo convierte en perdedor si se lo considera a partir de sus modos de gozar, que encuentran su fuente en el sufrimiento del otro al que ha hecho su objeto. Objeto siervo de las tenazas que se han cerrado sobre él, y que hacen que el perverso siga gozando de que aquel a quien ha degradado -hecho esclavo de su goce- muestre su sufrimiento públicamente en los medios de comunicación, en los libros, en los tribunales, etc. La marca permanece.

De padres en patriarcados

Entonces ya no es el padre quien declina, sino los discursos modernos que lo declinan y producen tantas versiones como padres hay [Marie Rosalie Di Giorgio]. Se pasa de la padre-versión (père-version) a una versión infinita de padres, entre los que se cuentan los padres que se niegan a ocupar un lugar que declinan – permisivos, desertores [Aurélia Verbecq] –, los padres-objetos parciales – jugadores, pedagogos, irresponsables – o los estilos de padres modernos: desconectados del ideal de virilidad sin feminizarse, cercanos a los hijos bajo el reinado de las madres, habiendo renunciado a la autoridad cambiando su voz imponente por la del amor. Pero hete aquí que ese amor empieza a invadirlo todo, a devenir agobiante. «Lejos de faltar, sofoca» [Hélène Bonnaud]; no suscita el deseo.

A medida

Sólo quedaría la posibilidad de hacerse uno a medida para «ser un niño del siglo» [Sylvie Mothiron] en un mundo renovado donde la palabra patriarcado habría desaparecido, pero únicamente de los diccionarios. Entonces, como anunció Lacan en Vincennes [2], sería un amo que podría venir a colmar el espacio vaciado que ha quedado vacante. El horizonte, dejando de lado todo tipo de ideales, podría apuntar a una perspectiva en la que la importancia que hay que dar a los lazos que unen al sujeto con el discurso universal [Luciana Fracchia] le permitiría sostenerse de los semblantes. Lo que debe distinguirse de las identificaciones a los discursos de moda.

[1] Cf. Lacan J., El Seminario, libro 23, El sinthome, texto establecido por J.-A. Miller, Buenos Aires, Paidós, 2006, p. 133.
[2] Cf. Lacan J., «Analiticon», El Seminario, libro 17, El reverso del psicoanálisis, texto establecido por J.-A. Miller, Buenos Aires, Paidós, 2008, p. 223.

Traducción: Jessica Varela
Relectura: Cinthya Estrada

Fotografía : © Emmanuel Kervyn