Tres retratos de patriar-casos – Philippe Lacadée

© Marie-Thérèse Steen

Jacques Lacan volvió famosa una expresión de Freud, « cachorro humano ». Al utilizarla, manifiesta su respeto, su interés particularizado, esforzándose por marcar aquello a lo cual el niño había sido confrontado y lo que se le había ofrecido a nivel del saber (el discurso parental), del goce (lo que ha encontrado de traumático en su encuentro con el Otro) o del objeto a (lo que ha sido en el deseo del Otro). Esto contrasta con los adultos a los que se refiere de buen grado con humor y sarcasmo para señalarnos que los verdaderos niños, en una familia, son los padres, o para revelarnos que « no hay personas mayores »[1] y que, por tanto, se trata más bien de estudiar cómo cada uno se hace responsable o no de su goce.

Franz Kafka

La verdadera persona mayor sería un sujeto responsable de su goce o capaz de responder a él de un modo distinto al de la queja o la evasión[2], a diferencia del padre descrito por Franz Kafka en su Lettre au père (Carta al padre) : « tú, un ser para mí tan absolutamente determinante, no acatabas los mandamientos que me imponías a mí. »[3] Esta « imposibilidad de unas relaciones pacíficas » con su padre, respecto al cual relata que se quejaba en público y se lamentaba de sí mismo, tuvo « el nocivo efecto secundario de que el niño se habituó a no tomar muy en serio justamente las cosas que habría debido tomar en serio »[4]. Esto tuvo como consecuencia que « perdi[ó] la facultad de hablar »[5].

Jean-Paul Sartre

En Les Mots (Las Palabras), Jean-Paul Sartre anuda la demanda de respeto a la función del padre[6]. Le hubiera bastado la presencia de un padre que tuviese derecho al respeto y al amor para poder a cambio amarse y respetarse a sí mismo. Hubiera sido necesario que su padre estuviese vivo para que él a cambio pudiera recibir la prueba de un deseo vivo que le permitiese sentirse habitado por el respeto de sí mismo[7]. Pero murió pocos días después de su nacimiento. Es gracias al padre que una función puramente sintomática de las reglas de filiación en el Otro puede ser investida por un goce, y por lo tanto hacer síntoma. « Es preciso que cualquiera pueda hacer excepción para que la función de la excepción se convierta en modelo. Pero la recíproca no es verdadera : no es preciso que la excepción sea arrastrada por cualquiera para constituir, por este hecho, un modelo. Esto es el estado ordinario. Cualquiera alcanza la función de excepción que tiene el padre. ¡ Sabemos con qué resultado ! El de su Verwerfung en la mayoría de los casos por la filiación que él engendra, con el resultado psicótico que he denunciado »[8], dice Lacan. A sus siete años, J.-P. Sartre quedó sorprendido por la reflexión de un niño de su edad : « Cuando no está mi padre, el Amo soy yo. »[9] En aquella ocasión se dio cuenta de que no era el amo de nadie : « mi razón de ser, la mía, se desvanecía, y yo descubría de pronto que era como si fuera manteca, y mi presencia insólita en este mundo en orden me avergonzaba »[10]. Sufría de este lugar vacío, no soportando que su padre fuera reducido a su significante, reclamando un padre vivo que pudiera verse afectado por la excepción para que fuera el soporte de una diferenciación que se repitiera y se repercutiese. « Un padre me habría lastrado con algunas obstinaciones duraderas ; me habría habitado al hacer de sus humores mis principios, de su ignorancia mi saber, de sus rencores mi orgullo, de sus manías mi ley ; ese respetable inquilino me habría dado el respeto por mí mismo. Yo habría fundado mi derecho a vivir en ese respeto. Mi progenitor habría decidido mi porvenir […] Pero si Jean-Baptiste Sartre había conocido mi destino, se había llevado el secreto ; mi madre sólo recordaba que había dicho : “¡ Mí hijo no entrará en la Marina !” »[11] Esta es su versión del malentendido de su nacimiento.

La función del padre no demostró ser constitutiva de la función del Ideal del yo, un goce no ha llegado a escribirse en letras efectivas, en rasgo unario, sobre su cuerpo. La contingencia de este rasgo simbólico particular no se encarnó y, al no haber sido lastrado por esta función, no encuentra un fundamento para su razón de vivir. Sin embargo, le corresponde creársela él mismo y lo hará a través de su encuentro con la escritura, en la que se sostendrá, justo después de este episodio : « A falta de informes más precisos, nadie, empezando por mí, sabía qué había venido a hacer a este mundo. Si me hubiera dejado bienes, mi infancia habría cambiado, yo no escribiría, porque sería otro. »[12] A falta de este bien significante, se hizo un nombre a través de la escritura : « En mis pocos minutos de disipación, mi madre murmuraba : “¡ Ten cuidado, que no estamos en nuestra casa !” Nunca estuvimos en nuestra casa : ni en la calle Le Goff ni después, cuando se volvió a casar mi madre. Yo no sufría por eso, porque me prestaban todo ; pero yo seguía siendo abstracto. Al propietario, los bienes de este mundo le reflejan lo que él es : […] yo no era el continuador futuro de la obra paterna, yo no era necesario para la producción del acero ; en una palabra, no tenía alma. »[13] No tiene ese punto desde el que podría verse digno de ser amado y, por lo tanto, respetado. Pero bastó una contingencia, la de la palabra de un niño de siete años, para encontrar, de manera ejemplar, la función paterna. Esta secuencia es aquí equivalente al desencadenamiento de una función sintomática en la medida en que vino a hacer letra para J.-P. Sartre. Y es a partir de este encuentro que halla la escritura como modalidad de goce, permitiéndole un anudamiento particular de la función paterna. A través de su obra, se creó un nombre. « Yo habría fundado mi derecho a vivir en ese respeto »[14], afirma en Les Mots.

Joey Starr

En Mauvaise réputation, Joey Starr describe la violencia de un padre, que llega incluso a darle de comer a su conejo doméstico, al que estaba tan apegado desde que su padre había echado a su madre, mientras le repetía que se había ido con otro hombre. Joey, sintiéndose agraviado y abandonado por su madre, escribe haber sido jodido (niqué) por ella, de ahí la invención del nombre de su banda de rap, Nique Ta Mère (Que la jodan a tu madre). Su padre nunca le hizo regalos en Navidad : « de hecho nunca he conocido una Navidad con el mínimo juguete. Además, en la ciudad, el día después de Navidad todo el mundo baja para mostrar quién tiene una moto en miniatura, quién tiene un robot biónico. Y tú, ¿ qué te tocó ? Una sola respuesta : “Cállate” Tengo rabia »[15]. La rabia y la agresividad se convierten en la única relación posible en este transitivismo imaginario. Su padre tiraba delante suyo todos los juguetes que sus amigos le regalaban, y formulaba prohibiciones incomprensibles como la de comer yogures. « Sorpréndase si a los doce años he empezado a chorar. » La primera vez, piensa que va a ser detenido por la policía, con el pretexto de que era negro y no tenía billete de metro ni documentos, y se encuentra en la comisaría. Cuando su padre viene a buscarlo le da tal paliza que los poli se ven obligados a calmarlo. El hijo oye : « No llegarás a nada, no eres más que una mierda », lo que le abre a la fuerza la vía de la marginación que, escribe, « se había convertido en una doctrina en sí misma para mí. »

Si Lacan había situado la excepción paterna del lado de quien impacta (épate) a su familia, en lugar del pater familias, estos tres retratos nos ilustran lo que pasa cuando los hijos escriben sobre la función decisiva del padre que para cada uno de ellos no ha sido tan impactante.

Referencias del autor :
[1] Lacan J., « Alocución sobre las psicosis del niño », Otros Escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 389. Jacques Lacan retoma la fórmula que introduce las Antimemorias de Malraux.
[2] Cf. Laurent É., « Les grandes personnes et l’enfant », Préliminaire, n°4, 1992, p. 70.
[3] Kafka F., Lettre au père, Toulouse, Ombres, 1994, p. 24. [La traducción es nuestra]
[4] Ibid., p. 33. [La traducción es nuestra]
[5] Ibid., p. 27. [La traducción es nuestra]
[6] Cf. Sartre J.-P., Les Mots, Paris, Gallimard, 1964. [La traducción es nuestra]
[7] Cf. ibid., p. 76. [La traducción es nuestra]
[8] Lacan J., El Seminario, libro 22, « R.S.I. », clase del 21de enero de 1975, Ornicar ?, n° 3, mayo 1975, p. 107. [La traducción es nuestra]
[9] Sartre J.-P., Les Mots, op.cit., p. 74. [La traducción es nuestra]
[10] Ibid., p. 75-76. [La traducción es nuestra]
[11] Ibid., p. 76. [La traducción es nuestra]
[12] Ibid. [La traducción es nuestra]
[13] Ibid., p. 76-77. [La traducción es nuestra]
[14] Ibid., p. 76. [La traducción es nuestra]
[15] Starr J., Mauvaise réputation, Paris, Flammarion, 2006, p. 19. [La traducción es nuestra]

Traducción : Fernando Gabriel Centeno
Revisión : Lore Buchner

Fotografía : © Marie-Thérèse Steen