Cuando es difícil hablarse, la escritura hace mediación.
En 1984, Annie Ernaux recibe el Premio Renaudot por uno de sus textos autobiográficos El lugar[1], el de su padre. Del cual dice avergonzarse, por el ascenso social que los separó. La escritura tomó ocho meses, un cierto tiempo para encontrar el tono. « Así que empecé una novela en la que él era el protagonista »[2], « no tengo derecho a tomar, de entrada, partido por el arte [ …] Nada de poesía del recuerdo, nada de alegre regocijo. Escribir de una forma llana es lo que me resulta natural »[3]. En la emisión de « Apostrophes » del 6 de abril de 1984, A. Ernaux dice que había sido una traición escribir sobre su padre a la manera de una novela. « La escritura llana es la escritura de una constatación ». « Quizás escribo porque no teníamos nada para decirse »[4]. En 2022, recibiendo el Premio Nobel de literatura, testimonia : « Tenía que romper con el “escribir bien”, la bella frase, […] para extirpar, exhibir y comprender la desgarro que me atravesaba »[5].
A. Ernaux, a través de su escritura, describe. Las frases son cortas, hacen resonar la lengua paterna, simple, ruda, eficaz, pero cautelosa en sociedad : « el patois era algo viejo y feo, un signo de inferioridad »[6]. « Hablador en el Café y en familia, ante la gente que hablaba bien se callaba […] miedo indecible a la palabra equivocada »[7]. He aquí un padre alegre, chistoso, a veces picante, amante de los juegos, el circo, los fuegos artificiales[8]. Viste un overol de trabajo, tiene una Opinel[9], cultiva su jardín, mira el cielo, conoce cada pájaro. Tiene un gusto por « la cultura », con la precisión de A. Ernaux : « ya no quiso volver a los cultivos ; el otro sentido de cultivarse, el espiritual, le resultaba del todo inútil »[10].
Entre pudor y crudeza, la emoción es discreta, fugaz, hasta palpable : ¡ no dejarse llevar ! El orgullo paterno se puede ver en un recorte de diario en la billetera del difunto, en el que figura Annie, entre las mejores graduadas de la escuela normal. Él la empujo a estudiar, aprender bien en la escuela, « aprender », no « trabajar » ; el verdadero trabajo es el de las manos. A. Ernaux relata una visita a la biblioteca, de los dos, y evoca : « Quizá su mayor orgullo, o puede que hasta la justificación de su existencia : que yo pertenezca a un mundo que a él le había despreciado »[11], « la esperanza de que yo sería mejor que él »[12].
Allí hay un afecto, a lo largo del texto, y del cual A. Ernaux hará el título de su obra de 1997 : La vergüenza « se convirtió en una forma de vida. En el peor de los casos era algo que ya ni siquiera percibía : la llevaba dentro de mi propio cuerpo »[13].
A una de las preguntas de Bernad Pivot : « ¿ Usted paga una deuda ? », A. Ernaux responde con ciertos significantes evocadores : reparación, rehabilitación, describir sus gestos y posturas, mostrar que no hay nada allí de despreciable. Un padre que « procuraba mantenerse en su sitio »[14].
Referencias del autor :
[1] Ernaux A., El Lugar, Barcelona, Tusquets Editores, 2020.
[2] Ibid., p. 20.
[3] Ibid., p. 20.
[4] « La Place d’Annie Ernaux », Apostrophes, emisión del 6 de abril de 1984, disponible en línea. [La traducción es nuestra]
[5] Ernaux A., « Conférence Nobel », disponible en línea. [La traducción es nuestra]
[6] Ernaux A., El Lugar, op. cit., p. 55.
[7] Ibid., p. 56.
[8] Cf. ibid., p. 57.
[9] Opinel es una navaja plegable con mango de madera.
[10] Ibid., p. 29.
[11] Ibid., p. 99.
[12] Ibid., p. 66.
[13] Ernaux A., La Honte, Paris, Gallimard, 1997, p. 131.[La traducción es nuestra]
[14] Ernaux A., El Lugar, op.cit., p. 39.
Traducción : Giuliana Casagrande
Relectura : Fernando Gabriel Centeno
Fotografía : © Elena Madera