Del nombre al ¿ « nombrado para » ? – Valérie Bussières

© Emmanuel Kervyn – https://www.emmanuelkervyn.com

Ante la evaporación del padre, algunos piden a gritos un nombre, de manera que la ley en Francia sobre la donación de gametos ha sido modificada recientemente[1]. A partir de ahora, aunque la donación siga siendo libre y anónima, el donante debe consentir a la transmisión de sus datos no identificativos (edad, características físicas) y su identidad. Lacan explica que el nombre propio es específico del enraizamiento del sujeto[2]. Ahora bien, con esta ley, a falta del establecimiento de una filiación y del mito del Nombre-del-Padre[3], conocer el nombre del padre e inventarse una historia familiar pueden ser exigidos por el hijo al ser mayor. Así « en dos siglos, hemos pasado de una justificación de la elaboración religiosa de la familia a su completa judicialización »[4]. ¿ Sería esta la solución del « nombrar para »[5] que intenta hacer frente al declive del patriarcado ?

Es lo que ilustra con finura, la comedia canadiense Starbuck[6], realizada en 2011 y reestrenada recientemente. En esta película, el protagonista, un hombre de unos cuarenta años está a punto de ser padre, ya que su novia lo convoca a este lugar. Al mismo tiempo, es contactado por el abogado de una clínica de fertilidad que ha sido contratada por 142 de sus 533 descendientes para obtener, vía judicial, la identidad del seudónimo « Starbuck ». De hecho, veinte años antes, había donado regularmente su esperma bajo este seudónimo – don remunerado en aquella época. Nos enteramos de que el título de esta película hace referencia a un toro canadiense llamado Starbuck que había producido cientos de miles de terneros por inseminación artificial. El veredicto del juicio dictamina el derecho al anonimato. Pero unos días más tarde, opta por revelar públicamente su identidad y renuncia al dinero del juicio. Acosado por la deuda económica, recurre a su propio padre, que le entrega su herencia.

En la pantalla, se superponen tres figuras, como otras tantas formas de declinar la función paterna : un hombre, cuya mujer desea que sea padre, demostrándose perversamente orientado ; un hijo en busca de su padre, que le revela entonces su amor y le aclara que « que todo está en orden del lado del Nombre-del-Padre, es decir del lado del Dios que no existe »[7] ; y por último, un genitor anónimo cuyo nombre es exigido. ¿ Sería esta exigencia la huella del padre inscripta del lado de lo real ?

Entre deuda, don y nombre la relación paterna toma forma con un goce que busca ser cifrado allí donde el enigma del nombre del padre exige un desciframiento. A propósito escribe Marie-Hélène Brousse : « [E]l término padre nunca ha sido asimilado al de genitor. Incluso hoy, que la ciencia puede rastrear al genitor, no hay recubrimiento de estas dos palabras. […] Padre reenvía al orden simbólico y no a la reproducción »[8]. Como « [l]os Unos-solos son sin linaje »[9], se reclamaría una nominación. Sería el « pasaje del nombre al nombrar para »[10] por el férreo orden de lo social. Así, « la función ‟nombrar para” – explicada por M.-H. Brousse –, es ‟la huella” de un retorno, en lo real, del Nombre-del-Padre forcluído en lo simbólico »[11].

Referencias del autor :
[1] Ley francesa n°2021-1017 del 2 de agosto de 2021 relativa a la bioética, art. 2143-2.
[2] Cf. Lacan J., El Seminario, libro 9, « La identificación », clase del 10 de enero de 1962, inédito.
[3] Cf. Lacan J., El Seminario, libro 7, La Ética del Psicoanálisis, texto establecido por J.-A. Miller, Buenos aires, Paidós, 1988, p. 368.
[4] Laurent É., « L’enfant à l’envers des familles », La Cause freudienne, n°65, marzo 2007, p. 49. [La traducción es nuestra]
[5] Lacan J., El Seminario, libro 21, « Les non-dupes errent », clase del 19 de marzo de 1974, inédito.
[6] Scott K., Starbuck, Film, Canada, Caramel films, 2011.
[7] Lacan J., El Seminario, libro 7, La Ética del Psicoanálisis, op.cit., p. 220.
[8] Brousse M.-H., Modo de gozar en femenino, Paris, Navarin, 2021, p. 27.
[9] Ibid., p. 29.
[10] Ibid., p. 30.
[11] Ibid.

Traducción : Norma Lafuente
Relectura : Fernando Gabriel Centeno

Fotografía : © Emmanuel Kervyn